En relación con el rico complejo cultural que en Galicia rodea a la alimentación se puede mencionar su tradicional
hospitalidad, siendo usual que en caso de acudir a comer a casa de una persona de edad y de un entorno
preferentemente rural, ésta haga ostentación de su despensa, considerándose de buena educación ofrecer e insistir
al invitado para que no tenga reparo en comer en abundancia, pudiendo considerarse cierta descortesía el no aceptar
o creerlo señal de debilidad por enfermedad.
En la sociedad gallega, a pesar de los modernos hábitos globalizados, es muy valorado el comer en compañía, siendo
habitual ver cómo varios amigos se reúnen para compartir mesa y mantel, aún en las cotidianas jornadas laborales.
La sociedad gallega es, asimismo, muy aficionada a la celebración gastronómica, a veces pantagruélicas, y a
celebrar cualquier evento, acto o encuentro con una comida, desarrollándose numerosas fiestas gastronómicas, la
mayoría de las cuales tienen lugar durante los meses de primavera, verano y otoño, fechas en las cuales la
geografía gallega se llena de las más variadas celebraciones culinarias, quedando el consumo en invierno más
reservado al ámbito familiar, sobre todo desde la temporada navideña y hasta la previa a la Cuaresma (en la que
Galicia es muy celebrado el Entroido o ‘carnaval’), de gran acopio nutritivo.
Características y elementos
La característica fundamental de la gastronomía gallega es la alta calidad de sus materias primas, tanto en carnes
de todo tipo (fundamentalmente de ganado bovino, porcino y de corral, siendo también reseñable la caza) como
productos del mar (Galicia tiene una larga tradición marinera y de aprovechamiento de todo tipo de recursos
marinos), así como en derivados lácteos y en productos agrícolas.
La característica más destacable de sus producciones culinarias es la sencillez. Apenas se transforman las materias
primas, que así se pueden disfrutar en toda su intensidad natural.
De esta forma, la base fundamental de la mayoría
de las recetas gallegas es la mera cocción. Los moderados aditivos, adobos y especias no ocultan nunca las
cualidades de los productos principales de los platos. Escasean más que en otras zonas de España los productos
curados (la humedad ambiental no siempre permitiría desarrollar estas variedades), prefiréndose para la consevación
del producto fresco salazones ligeras que se alivian antes de cocinarlas.
Pinchos y tapas
Los pinchos y tapas son un elemento característico de la gastronomía gallega. En la mayoría de las ocasiones se
sirven sin previa solicitud y son gratuitas o se solicitan a un precio muy módico, casi simbólico. En cualquier
caso, las tapas gallegas suelen ser consistentes y no reducirse a unas simples aceitunas o patatas fritas, señal de
la tradicional bonanza de Galicia en productos alimenticios, constituyendo en la actualidad uno de los reclamos
turísticos de muchas de sus villas y ciudades.
Algunos ejemplos de los pinchos y tapas más comunes son:
Empanadas.
Existen de las más diversas variedades: de diferentes masas (de trigo, de maíz —millo—, de centeno, de
mezclas de las anteriores) y rellenas de un preparado de
hortalizas como la cebolla y el pimiento con un componente principal que las identifica como distintas variedades.
Entre estos encontramos carnes de todo tipo (reses, cerdo o, menos habituales, aves de corral, éstas últimas
también con tendencia actual a incorporar setas), pescados (bonito, atún, bacalao, sardinas, xoubas, zamburiñas,
vieiras, mejillones, calamares, pulpo, anguila...).
Trozo: se conoce así a la tapa de pulpo a la gallega (en Galicia al pulpo se le denomina polbo á feira). Puede
acompañarse de patatas cocidas (cachelos o cacharelos).
Oreja (orella) y morro de cerdo, preparados de forma similar al pulpo, con sal y pimentón.
Lacón, servido sin acompañamiento y habitualmente en rodajas frías.
Jamón asado, normalmente en rodajas y acompañado de salsa de adobo.
Raxo, lomo de cerdo troceado menudo y adobado sin condimento, solo pimentonado, propio de las zonas costeras del
norte.
Zorza, pequeños trozos de carne de cerdo adobado condimentado con ajo, pimentón, sal y orégano. Se origina de zonas
donde se hace matanza de cerdo a partir de la necesidad de catar la carne para chorizos para rectificar el adobo
antes de embutirlos.
Tortilla, de muchas variedades, aunque la más tradicional está poco cuajada.
Pimientos de Padrón, que también se usan como acompañamiento en gran variedad de platos.
Patacas, patatas o papas cocidas y habitualmente pimentonadas o en ajada. Si son patacas novas (‘patatas nuevas’,
las primeras de la cosecha, particularmente finas y sabrosas) pueden servirse partidas pero sin pelar, debido a la
extrema finura de su piel y al sabor que aporta, siendo éstas las más propiamente denominadas cachelos o cacharelos
en muchas zonas de Galicia.
Caldo gallego consistente en grelos con patatas, alubias y, opcionalmente, un cacho de chorizo y/o tocino.
Molleja, consistente en la susodicha víscera, que resulta deliciosa al paladar adecuadamente cocinada.
Lengua, de aspecto parecido al del hígado cocinado y generalmente servida con una salsa más o menos espesa.
Tripón, el estómago del cerdo. Se sirve en una salsa anaranjada espesa preparada con abudante pimenton y usualmente
con garbanzos.
Chorizo criollo, chorizo de color rosado que se toma como una salchicha casera gorda y se asemeja a una chistorra
confeccionada sin pimentón. Se suele tomar con una salsa picante especial o una vinagreta y patatas, asimismo como
acompañamiento del churrasco. Servida como tapa suelen ser en rodajas en vez de la pieza entera, que ya pasaría a
ser una ración.
Calamares, chipirones y chocos, ya sean fritos enharinados, a la romana, en su tinta o guisados con salsas.
Guiso de choupa (también conocida fuera de Galicia como volador, pota o pasamar).
Anguila o anguilacho.
Diversos tipos de mariscos, crustáceos y bivalvos (nécoras, cangrejos variados, navajas, longueirones, vieiras,
zamburiñas, mejillones, almejas, berberechos, minchas, etcétera).
Platos
Las comidas tradicionales gallegas están basadas principalmente en las carnes y las verduras, siendo
característicos de su cocina los platos abundantes y de gran contenido calórico, sobre todo en los meses de
invierno, pero libres de grasas complejas y saturadas, lo que ha hecho que se venga defendiendo la denominada
«dieta atlántica» como óptima para la salud cardiovascular, lo que parece estar avalado por el bajo índice de
incidencia que tradicionalmente han tenido estas enfermedades en la población gallega y su longevidad, sobre todo
en los entornos rurales.
Alguno de los platos de mayor importancia y consumo son:
El caldo gallego
Se conoce por este nombre a un caldo elaborado con grelos, nabizas, berzas o repollo junto con cachelos (patatas
cocidas), unto o grasa de cerdo (para dar «sustancia»), alubias blancas y algún ingrediente cárnico, como chorizo,
lacón o panceta cocida. Se cuece acompañado de unto y de huesos (sobre todo caña de ternera) y se sirve muy
caliente, como primer plato. Hay quien gusta de añadirle tras ser servido algo de vino, tanto blanco como tinto.
Suele asegurarse que el caldo toma su mejor consistencia al recalentarse al segundo día de ser preparado; incluso
hay quien prefiere el del tercer día por su sabor más consistente.
Pulpo a la gallega (polbo á feira)
El pulpo a la gallega o polbo á feira (literalmente ‘pulpo a la feria’, pues era y es costumbre comerlo en las
tradicionales ferias de comercio de ganado y animales, y ya más actualmente en las fiestas y romerías), es
sencillamente pulpo cocido con cachelos (patatas cocidas, habitualmente con la piel si son patacas novas, las
primeras de la cosecha), aderezado en el momento de hervirlo con sal gorda, pimentón y aceite de oliva. Es un plato
sencillo, pero que goza de gran popularidad.
Empanadas
Las empanadas tradicionalmente más elaboradas en Galicia son:
- Zorza (picadillo de carne de cerdo con pimentón, ajo y sal); Xoubas (crías de sardinas);
- Carnes, tanto de reses como porcinas y, en menor medida, de aves de corral;
- Zamburiñas (similares a las vieiras);
- Vieiras;
- Mejillones, de los que Galicia es el primer productor mundial;
- Calamares, frecuentemente en su tinta;
- Pulpo;
- Papuxas (tradicionalmente en la zona de Monforte de Lemos, aunque la especie, un pequeño pájaro migratorio, está prácticamente extinta);
- Atún o bonito, muy habitualmente con pasas, lo que le otorga un contraste dulce a lo salado;
- Bacalao también con pasas
Lacón con grelos
Es un plato que consiste en lacón (corte obtenido de la extremidad delantera del cerdo, conservado en salazón,
aunque para éste y otros platos se desala previamente durante unas cuarenta y ocho horas aproximadamente), tocino,
chorizos diversos (de picadillo de carne, de cebolla o ceboleiros), patatas cocidas o cachelos y grelos (el brote
del nabo en cuyo extremo aparecerán las flores, es considerado «comida de gallegos» por excelencia, y símbolo de la
gastronomía gallega). Este manjar se puede consumir todo el año, pero es un plato especialmente típico del Entroido
o Carnaval (desde finales de enero a principios de marzo).
Chorizo con cachelos
Otro plato muy simple pero muy apreciado: chorizo y patatas cocidas (conocidas como cachelos en Galicia), que se
suelen acompañar con alguna verdura.
Este plato era usual en el medio rural gallego, donde se podía encontrar una variedad de chorizo especialmente
elaborada para su consumo cocido, esta variedad se conoce como chorizo negro y se elaboraba a base de las carnes
menos valiosas procedentes de la matanza, principalmente el corazón y otras vísceras junto con determinada cantidad
de sebo del animal. A esto se le añadía cebolla y ajo picados, pimentón y sal, para luego proceder a su curado como
si de un chorizo normal fuese. Otra variedad de chorizo de gran predicamento es el denominado ceboleiro, al que se
le añade cebolla y otros condimentos.
Cocido gallego
No puede faltar en él el tocino, distintas variedades de chorizo (de carne o de cebolla) y diversas piezas de carne
de cerdo salado, como lacón, oreja, la cacheira o cachucha (cabeza), costilla y morro, entre otros, y muchas veces
se le agrega carne de res y de aves de corral, habitualmente gallina o capón. Todo esto se acompaña, como en otros
lugares, de diversas hortalizas (grelos, nabiza, berza, repollo, etcétera) y legumbres (tradicionalmente fabas, es
decir, alubias blancas, pero que por influencia de otros cocidos se sustituye hoy en muchos sitios por garbanzos).
Al igual que en el lacón con grelos, durante la cocción se suele añadir un trozo de unto, una grasa que no se come
pero proporciona un característico sabor al derretirse en el caldo. Se prepara en abundancia, procurando que sobre
para poder recalentarlo y consumirlo al día siguiente con un sabor más amalgamado, que muchos prefieren.
Callos con garbanzos, o a la gallega
Los callos son un plato muy popular y extendido por toda Galicia. Se preparan con garbanzos, chorizo y lo más
importante: la tripa de la vaca (que da nombre al plato) y la pata del mismo animal, que se aprecia por su
gelatina. El condimento es muy importante y varía según zonas y la propia tradición familiar, destacan el clavo, el
pimentón, el tomillo...
Siendo desde muy antiguo un plato habitual en las tabernas y restaurantes con menús caseros, en los últimos años
son protagonistas de fiestas gastronómicas como la de Salceda de Caselas o Meis, a las que acuden decenas de miles
de visitantes.
Churrasco
El churrasco, plato muy extendido en diversas zonas, es de reciente introducción (debido a emigrantes retornados de
Iberoamérica en la segunda mitad del siglo XX) pero enorme aceptación en Galicia, existiendo una gran oferta y
siendo habitual en comidas y cenas de grupo. Suele ofrecerse en las variedades de cerdo o ternera, siendo habitual
mezclarlas. Suele servirse acompañado de salsa de adobo, que cada comensal se va sirviendo según su gusto, con
patatas fritas y ensalada. En muchas ocasiones se sirve sobre una tabla, con dos salsas, una picante y otra de ajo,
para condimentar. Como bebida, se acompaña de vino tinto.
Embutidos
En Galicia se encuentra todo tipo de embutidos: gran variedad de chorizos, jamón, lacón, androlla, botelo (similar
al botillo) y todos los productos del cerdo, del cual se aprovecha prácticamente todo, siendo un ingrediente
recurrente en la cocina gallega. Así, por ejemplo, la sangre se utiliza para hacer filloas; la cabeza, llamada
cacheira o cachucha, es usada en varios platos, al igual que el morro y la orella (oreja), cuyo uso es muy común en
las tapas, convenientemente aderezadas con sal y pimentón.
Pan
Suele sorprender al visitante la variedad y calidad de los panes gallegos. La panificadora es una industria de
primer orden en la gastronomía gallega y su elaboración tradicional en hornos comunales con diferentes ingredientes
en distintas proporciones ha dado lugar a una gran variedad de elaboraciones.
La calidad de las harinas procedentes
de la molienda de los cereales locales y la utilización de levadura (levedo) de calidad y hornos de leña hacen de
los panes gallegos productos de reconocida calidad y variedad, siendo consumidos los procedentes de harinas de
trigo, maíz (pan millo), centeno (pan centeo) y, antiguamente, mijo (paínzo o millo miúdo), así como de mezclas en
diversas proporciones que aportan gran variedad de productos, siendo algunos de ellos preferidos para determinados
usos (así, por ejemplo, las sardinas prefieren consumirse con pan millo, mezclado en mayor o menor medida con
centeno).
También es destacable la gran variedad de formas y pesos de las piezas de pan, que reciben distintos nombres (bola,
molete, etc.).
Una pieza de pan de cierto tamaño y elaborada a la manera artesanal tradicional puede mantenerse
fresca y ser consumida hasta varias jornadas después de su elaboracón (de hecho, no se recomendaba comer el pan
recién hecho debido a que podía resultar de pesada digestión).
Postres
Son de destacar la tarta de Santiago y las filloas, también llamadas freixós, similares a las crepes francesas con
la salvedad de que en las filloas gallegas no se emplean rellenos salados, dado que suelen ser dulces y
consistentes, en muchos casos elaboradas con caldos de carne, y con aromatizantes como el anís. También se pueden
hacer de sangre, obtenida directamente del primer corte que se le hace al cerdo en la tradicional matanza, y siendo
bien revuelta a objeto de que no se coagule. Las filloas suelen presentarse muy azucaradas, y en ocasiones
acompañadas de miel, nata montada, o rellenas de crema o chocolate.
También es típica la leche frita (leite fritido), especialmente típica del interior.
En el entroido gallego son
típicas también las orejas de carnaval, llamadas así por su forma, que consisten en una masa frita de huevos,
leche, mantequilla, levadura, anís y limón; espolvoreada de una buena cantidad de azúcar en la mesa.
La bica es otro postre importante, de elaboración artesanal, similar a un roscón pero con el azúcar, muy fino,
quemado al horno y equilibrado en sus proporciones de huevo, manteca y anís. Por su textura esponjosa, resulta
ideal complementarla con quesos grasos y habitualmente se toma acompañada con licor, leche o café.
La castaña es otro alimento típico, y aunque muy usada como postre cuando llega la época, su uso no se restringe
únicamente a postres, dado que se puede usar asada, como guarnición para chorizos, carnes y platos de caza, siendo
un alimento que servía para paliar el hambre antes de que la patata o el maíz fuesen exportados de América, y
estando los bosques poblados de longevos castaños (en gallego castiñeiros).
Se consume asimismo abundantemente en
la época del tradicional magosto, una fiesta gallega celebrada en el mes de noviembre que tiene como protagonista a
este fruto seco. También es típico consumirlas confitadas. Se consumen tanto crudas como asadas o cocidas (estas
últimas pueden sumergirse en un cunco o bol de leche y tomarse a cucharadas).
Vinos
Galicia es conocida por la calidad de sus vinos, que ya en época del Imperio romano se exportaban a Roma para las
celebraciones imperiales. La tradición fue mantenida ya desde la Alta Edad Media por las numerosas fundaciones
monásticas gallegas, particularmente las de la denominada Ribeira Sacra (‘Rivera Sagrada’, en ambas márgenes del
río Sil, entre las fronteras de las actuales provincias de Lugo y Orense).
Los vinos gallegos se caracterizan sobre
todo por la alta calidad de sus blancos afrutados y sus frescos tintos de moderada maduración, entre los que
destacan los siguientes:
Albariño
Vino blanco especialmente empleado como acompañamiento de mariscos. Con variedades de gran calidad, tiene un gusto
amplio, ligero, afrutado y sápido, con una uva que recuerda a la francesa Viognier. Hoy en día se comercializa bajo
la Denominación de Origen Rías Baixas (que también incluye, dentro de su denominación, el Condado, Salnés y
Sotomayor).
Ribeiro
El Ribeiro, es el vino más histórico de Galicia, de gran calidad y consumido en las principales mesas de las
monarquías europeas entre el s.XIV y el s. XVIII, en el s.XIX erá el más popular y exportado de los vinos españoles
en el exterior. Baste decir que es el vino español más citado en la literatura tanto en castellano como en gallego
desde el s.XI hasta principios del XX.
Actualmente el vino blanco del Ribeiro es fruto de la mezcla de las
principales variedades treixadura, torrontes, albariño, godello, lado, loureira, silveiriña.
Los tintos de gran
recorrido, florales, afrutados y con caracter, se elaboran con las uvas brancellao, caiño, sousón y ferrón.
En los
últimos tiempos los vinos del Ribeiro se han colocado como los más puntuados en las catas profesionales nacionales
e internacionales.
El Ribeiro combina con lo mejor de la cocina gallega y armoniza con los mejores productos de la
tierra.
Ribeira Sacra
En esta variedad dominan los tintos, ideales para compaginar con carnes de todo tipo, al ser un caldo de marcado
cuerpo y carácter, propio de las Riberas del Sil y del Miño, zona conocida como Ribeira Sacra, como la propia
denominación, y poblada de viñedos situados en las escarpadas laderas de los cañones fluviales.
Entre ellos es muy
apreciado el Amandi, originario del municipio de Santa María de Amandi, y del que queda testimonio de que era
apreciado por los césares y exportado a Roma para su consumo.
Monterrei
La zona vinícola de Monterrei se caracteriza por sus suelos profundos y fértiles, constituidos por tierras pardas y
materiales silíceos. Cuenta tanto con suelos pizarrosos, como graníticos, arenosos y arcillosos, esta amplia
variedad contribuye a la particularidad de sus vinos. Además su clima mediterráneo con claras influencias
continentales, así como por las brisas provenientes del océano Atlántico, hacen de esta zona un lugar idóneo para
el cultivo de uvas nobles y la elaboración de vinos de alta calidad.
Las variedades de uvas utilizadas en la elaboración de vino blanco, son las autóctonas Doña Blanca, Godello, a la
que denominan también Verdello, la Treixadura y la aclimatada Palomino. Y en tinto; Gran Negro, Merenzao, Mencía y
Arauxa (tempranillo).
Los más elaborados son los Blancos, que son frescos, muy agradables y afrutados, con un
excelente equilibrio entre alcohol y acidez, bien estructurados y golosos. Y los tintos esencialmente jóvenes de
gran viveza aromática, frutales, con cuerpo y muy expresivos.
Aguardientes y derivados
El aguardiente (en gallego augardente, palabra femenina, respetando el género de su raíz: auga, ‘agua’), también
conocido como orujo entre los no gallegos (aunque el orujo propiamente dicho es una bebida más basta, al incluir
piel, pepitas y tallos de la uva, lo que en Galicia no es tradicional, suavizando sus aguardientes y otorgándoles
un grado más fino al paladar) y en algunas partes de Galicia denominado caña cuando es blanco, es una bebida de
alta graduación, que se obtiene a partir de la uva de la que se ha extraído el mosto para hacer el vino (el resto
denominado bagazo) que se suele consumir en forma de parva o chupito (vaso muy pequeño) después de una comida, o
mezclado con el café, aunque hay quien prefiere el trago más largo de una copa. Antiguamente, era tradicional entre
los campesinos tomar la parva algo después del desayuno (denominado almorzo, como el pequeno-almoço portugués), en
alguna pausa del trabajo en el campo, a media mañana, sobre todo en los duros meses de invierno, y todavía existen
personas de avanzada edad que conservan dicha costumbre.
El aguardiente puede ser de varios tipos, aunque los tres más comunes son:
Aguardiente blanco, que es en realidad transparente. Es el aguardiente sin más; al no estar «camuflado» con el
añadido de otros productos, su prueba de gusto constituye una buena medida de su calidad (aunque son variadas otras
técnicas tradicionalmente usadas para discernir ésta: olfato, frotamiento, remoción...). Su producción se extiende
por toda Galicia, siendo muy apreciado el de determinadas zonas (Bajo Miño, Portomarín, Betanzos, Ribeira Sacra,
Val do Ulla, Monterrey, etcétera). Es posible establecer variedades, fundamentalmente entre los del interior, con
más cuerpo, y los del sur de las Rías Baixas, más ligeros. Aunque se ha extendido la costumbre de servirlo frío,
ningún buen aficionado lo agradece, ya que se elimina gran parte de su sabor y, sobre todo, aroma.
Aguardiente de hierbas, que suele ser de color verdoso en distintos matices. Se obtiene poniendo a macerar hierbas
o frutas diversas en el aguardiente hasta impregnarlo de su sabor. Puede ser de muchas variedades y sabores, según
lo que se haya puesto a macerar. De gran difusión en los últimos tiempos (acaso en gran parte ligado al consumo
femenino de licores), se consume preferentemente recién salido del congelador y en un vaso de chupito
convenientemente enfriado, lo que suaviza su gusto alcohólico pero respeta el aroma obtenido por la maceración,
aunque también hay quien lo prefiere del tiempo.
En cuanto a los aguardientes tostados, de más cuerpo, sabor intenso y menor gusto alcohólico, pueden distinguirse
dos tipos:
El que resulta de la maceración en el aguardiente de una mezcla de frutos secos, hierbas y frutas, variable según
la zona de elaboración.
Los añejos, muy apreciados, que por su cuidada elaboración han resistido bien el paso del tiempo, incluso décadas,
y que adquieren el color tostado de manera natural.
Queimada
La muy popular queimada es una mezcla de aguardiente blanco, azúcar en proporción 1/10 con el aguardiente (100 g de
azúcar para un litro de aguardiente), frutas (desde naranja, manzana y uvas pasas hasta plátano y melocotones,
según el gusto que se le quiera dar, tanto en crudo como en zumo, aunque los puristas no admiten más que corteza de
limón y más bien en cantidad escasa, aproximadamente una mondadura de limón por litro de aguardiente) y granos de
café (hay quien la prepara con café molido, menos recomendable porque ensucia la mezcla); también es común añadirle
algo de canela, al gusto, pero poca en cualquier caso.
Para su preparación se coloca en un recipiente adecuado (amplio, de boca muy ancha, preferiblemente de barro) el
azúcar, el café y la corteza de limón, reservándose dos cucharadas de azúcar en el cucharón, y se añade el
aguardiente.
Se llena el cucharón de aguardiente y se le prende fuego, incorporándolo ardiendo al recipiente para
que prenda la mezcla. Se remueve suavemente procurando no tocar el fondo más que para ir sustituyendo el azúcar
quemado ya caramelizado del cucharón por otro nuevo del fondo.
Se va escurriendo sobre el recipiente el aguardiente
del cucharón dejando que el azúcar se queme en él y se vierte caramelizado, repitiendo la maniobra unas cuantas
veces. El caramelo así formado le va dando un color tostado a la mezcla.
Se deja arder el tiempo apropiado para que
alcance el gusto deseado (cuanto más arda, menor graduación alcohólica adquirirá, resultando una queimada más
suave), aunque para no conseguir una mezcla poco espirituosa debe de apagarse cuando la llama comience a tornarse
de amarillo vivo a rojiza o azulada, dependiendo de la mezcla.
Se apaga soplando fuerte (un solo soplo es lo
recomendado por el ritual) o con una tapadera, habiendo quien prefiere apagarla con vino, lo que le otorga sabor.
Para hacer el caramelo puede haberse reservado al inicio un poco del azúcar sin mojar con aguardiente, ya que
estando seco se tuesta más fácilmente, que se añade al cucharón una vez prendida la mezcla y se tuesta sobre ésta.
Es tradicional ante las llamas el recitado de un esconxuro o conxuro contra el meigallo, mal que puede ser
propiciado a una persona por una meiga animadversa, nombre que se usa en Galicia para referirse a seres que
podríamos calificar como aproximadamente equivalentes a las brujas, aunque con una dualidad (pueden hacer tanto el
bien como el mal a las personas) que no se aprecia en éstas. El recitado ha de hacerse en presencia de las llamas y
se procederá a la ingesta de la bebida caliente.
Es preferentemente un consumo nocturno, tras la cena, momento que
propicia todo este aparato simbólico que lo rodea.
Licor café
El licor café es una bebida derivada del aguardiente, muy difundida en Galicia. Existen tantas recetas como
elaboradores, primando el gusto de cada quien, pudiéndose añadir al aguardiente otros licores y diversos frutos. Lo
tradicional es que no contenga más bebida alcohólica que el aguardiente, en el cual se depositan granos de café,
azúcar y algo, un poco, de canela; a esto se puede añadir monda de naranja y anís. Se deja macerar por un mínimo de
6 meses para que el licor absorba el mayor sabor posible; a mayor tiempo de maceración, mejor resultado se
obtendrá. Se recomienda beber frío en chupito (vaso pequeño) o, en medida más generosa, en copa.
Bibliografía
Cunqueiro, Álvaro; Filgueira Iglesias, Araceli; Odriozola, Antonio (1999). La cocina gallega (9.ª edición). Madrid:
Everest. ISBN 9788424123451.
Extracto de un artículo de la Wikipedia.
Extracto de un artículo de la Wikipedia.
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